Les hablaba en un artículo anterior de “La escuela del s.XXI” y de cómo empezar a soñar con transformar la nuestra. Pero en este tema como en otros se me olvida lo importante que son los detalles. Y no me refiero al detalle-regalo sino a esas pequeñas cosas que pueden hacer tambalear algo grande. Como ese tubo de pasta de dientes mal cerrado que puede ir taladrando una relación o esa piedrecita en el zapato que estropea el mejor de los paseos.
Hay diferentes maneras de aprender y cada uno conoce la suya. Yo sé, por ejemplo, que en los asuntos de la vida “aprendo por experiencia” o más bien “por torpeza”, es decir, tropezando una y otra vez en la misma piedra. En concreto esta semana ha sido de mucho tropezar así que confío en que también sea de mucho aprender. Aprender que para transformar nuestra escuela es importante no olvidar prestar atención a las relaciones y a cómo nos comunicamos y afrontamos los conflictos. Toda innovación se irá a traste si no cuidamos este detalle. Ya les digo que no vengo a dar lecciones porque llevo las rodillas arañadas y los pantalones rotos, sino a compartir impresiones y a aprender. Si es verdad que “sólo has aprendido aquello que eres capaz de explicar” este texto es mi prueba de evaluación. HONESTIDAD. Permítanme que sea esta la primera impresión que comparta. No confundir con la verdad absoluta ni con la coherencia. Ambas, la verdad y la coherencia, son para mí términos demasiados absolutos, demasiado rotundos, de modo que me resulta difícil enarbolar esa bandera. Pero no por ello renuncio a decir la verdad, mi verdad, más pequeña pero sincera, porque habla de lo que creo pero también de lo que temo y de lo que deseo. HERIDAS. Me preocupan las heridas. Y no hablo de sangre visible y aparente, sino de esas heridas que aparecen cuando nos relacionamos. Son inevitables. Si no hubiera roce no habría herida pero la realidad es que no siempre se intenta taponar la herida y a veces no cicatriza bien. Creo que sin renunciar a la honestidad, hemos de ser conscientes de los daños y afrontarlos, tanto cuando se trata de limpiar las propias heridas como cuando tenemos que atender a las ajenas. PIRAÑAS. Cuidado con las pirañas emocionales, que haberlas “haylas”. Personas que disfrutan con estas situaciones y aprovechan cualquier ocasión para una confidencia. Confidencia que es escuchada y repartida después. Pueden tener o no la máscara de la amabilidad pero las reconocerás fácilmente porque su humor mejora cuando “hay algo que comentar”. Dos cosas a evitar: tenerlas cerca y parecerse a ellas. HORIZONTE. Nada de lo anterior, nos debe paralizar. ¿Es importante lo emocional? sí. ¿Hay que prestarle atención? también. ¿Debe paralizar nuestra vida? No. Hemos de asumir los roces como parte de la relación. Si además somos torpes, deberemos aceptar que nos vamos a hacer heridas. Pero en ningún caso, vamos a perder de vista lo importante en nuestra vida, eso que nos mueve a crecer, a transformar nuestro “cachito” de mundo, a celebrar el seguir aquí. De modo que al caer, uno puede permitirse sufrir un poquito por la piedra en el zapato pero rápidamente toca levantarse y mirar qué nos depara el cielo.
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Hace tiempo que me preocupa, hace tiempo que me conmociona, hace tiempo que quiero elevar la voz sobre algo que no nos podemos permitir ni como sociedad ni como profesionales de la educación. Acabo de leer la noticia sobre el informe que ha hecho “Save the Children” sobre acoso escolar y las estadísticas que aporta han sido un nuevo mazazo en mi conciencia.
Seis de cada diez estudiantes dice haber recibido insultos y casi un 30 % golpes físicos. Y me imagino a alguno o alguna (no quiero pecar de excluyente) leyendo la noticia y pensando: “¿Y a quién no le han insultado alguna vez?” “así nos hacemos fuertes” “son bromas, están jugando”… Y me doy cuenta de que la banalización es parte del problema. Les aseguro que no pretendo lanzar balones fuera, es más, si hay algo que me inquieta es qué estamos haciendo en las escuelas para abordar este problema, o mejor dicho qué no estamos haciendo. Me preocupa especialmente esto último, me preocupa que seamos parte (por supuesto, no de manera consciente) de esa red cómplice sobre la alertan los últimos estudios sobre “bullying”. A veces con niños pequeños he oído expresiones del tipo “es que este niño no se sabe defender, no sabe reclamar sus derechos” “es necesario que aprenda a hacerles frente” como si el problema estuviera en la víctima y no en la agresión (nótese que no digo agresor), ignorando que lo que de verdad necesita un niño no es exponerle al peligro sino una red de apego seguro. Esa red que, conforme vaya creciendo, le permitirá enfrentarse a problemas, a negativas, incluso a “abusos”. Y ese apego, esa seguridad no se desarrolla en la confrontación, sólo el afecto y la certeza de que “se cuida” de ellos les hace realmente fuertes. Nadie nace “acosador” del mismo modo que nadie nace “víctima”, pero sí sabemos que determinados contextos favorecen el desarrollo de estos “roles” y el pacto de silencio que se establece alrededor y lo perpetúa. Por eso creo que debemos hacer hincapié en estos contextos que en la mayoría de las ocasiones no tienen que ver con la actividad del aula sino fuera de ella. Y ahí es donde debemos cambiar nuestra perspectiva. No puede ser que nuestra actividad educativa quede reducida al aula. No podemos permitir que el aula sea el aula y el patio, la selva. Y lo siento mucho, no me vale el argumento “siempre ha sido así”. Si estoy en esto de la educación es porque creo ella y en el potencial transformador que tiene sobre la persona, sobre su vida en todos sus tiempos y espacios. Así que o convertimos los patios en espacios educativos o traemos la realidad del patio al aula y trabajamos sobre ella. ¿Y qué podemos hacer? Pues de momento yo empezaría por tres cosas. Una: MIRAR, mirar de verdad lo que ocurre a nuestro alrededor, la soledad de esta niña, el “vacío” que le hacen a aquel otro niño, cómo busca este niña la atención metiéndose con esa otra y cómo algunas le “ríen la gracia” para sentirse aceptadas. Dos: HABLAR, poner esa realidad sobre la mesa, hacer que unos y otras entiendan cómo se sienten los demás. Y hablar con todos, porque es importante hacerles conscientes de cómo su silencio es cómplice. Tres: PROTEGER, inicialmente será necesario proteger a la víctima de nuevos abusos e irle proporcionando una red segura de apoyo que le permita recuperar su lugar y su confianza. Seguramente podremos hacer más, pero hemos de empezar por algo porque cada niño acosado, cada niño atemorizado, cada niño que con 11 años no puede con su vida es un alumno que nos mira a los ojos y nos interpela: "¿Y tú qué haces?" A final del curso pasado, entre corrección y corrección, con la vista más puesta en las vacaciones que en las clases, una compañera manda un correo lanzando una propuesta para el curso siguiente. Una propuesta para trabajar entre áreas. Un tema de actualidad pero difícil. Lo sugiere, lo deja ahí para que soñemos y ahí se queda… como el aleteo de una mariposa, sin que aparentemente pase nada pero capaz de transformarlo todo. El aleteo se trasforma en viento cuando en septiembre otro compañero nos lo recuerda invitando a quien quiera a “liarse la manta a la cabeza”. Varios compañeros aceptamos el reto y ofrecemos nuestras áreas, nuestro talento y nuestras ganas al servicio de la propuesta. Pasamos de los correos al encuentro (el primero y penúltimo) donde ponemos rostro a las ideas y entre las aportaciones de uno y otro vamos creando un andamiaje. No queremos “repetir”, no queremos cansar a los chavales y provocar el “ahora a todos les ha dado por esto”, tampoco queremos abordarlo sólo desde una perspectiva porque el problema tiene muchas caras y nuestras asignaturas ofrecen las gafas necesarias para verlo. Y eso también es importante, no hace falta “salirse” de la materia sino aprovechar todo lo que esta ofrece al servicio del proyecto. Todo eso está ahí, más un poco de entusiasmo y otro poco de escepticismo. La ilusión no eliminó el ¿seremos capaces de encontrar los espacios y los tiempos?¿nos pondremos de acuerdo?¿será significativo?¿se llegará a un producto final digno?. En este caso, la dignidad no tenía nada que ver con la estética, con el “que quede bien, bonito”, se trataba de otra dignidad, la que se merecen los protagonistas de nuestro proyecto. Todos aquellos que han decidido salir de su tierra, de su casa, porque allí no tenían ni presente ni futuro, los mal llamados “refugiados” porque realmente no encuentran refugio en ningún lugar. Queríamos acercarnos a ellos desde la lengua, la literatura, la ciencia, los derechos, los conflictos, la historia y plasmar lo que veíamos para que otros comprendieran, oyeran, sintieran. Y nos pusimos a ello, cada uno en su materia, sin mucha coordinación, sin tener momentos para contrastar pero con un “Pepito Grillo” que desde el principio tuvo el proyecto en la cabeza y fue hablando con una y con otro, informando, animando y dando forma y un hogar virtual a todas las ideas. Nos pusimos un plazo y hubo que aplazarlo, pero el tsunami que empezó aquella mariposa estaba a punto de estallar y así fue. De los 25 profesores de la primera reunión pasamos a 7 en la segunda (y última). Había llegado el momento de exponer todo el trabajo realizado, había llegado el momento de darle unidad y coherencia. Y ahí es cuando todo estalla: profes y alumnos trabajando codo a codo, una biblioteca que se convierte en el centro neurálgico, un espacio que siempre está abierto y un equipo que siempre tiene aquello que necesitas. No importan las ausencias, importan las presencias, compañeros que no están en el proyecto y que te preguntan “¿En qué te puedo ayudar?” ”Sólo tengo diez minutos, pero dime qué hago”. Alumnos que cogen un lápiz, una tiza y surge la magia. Hay pocas cosas comparables a la experiencia de compartir y siento que hemos compartido mucho: talento, ilusión y sobre todo compromiso. Porque no quiero que el “subidón” me haga olvidar cuál es el horizonte del proyecto: concienciar, sensibilizar, acercar nuestra vida a la suya y transformar nuestra hostilidad en hospitalidad.
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AutoraMe llamo Asun. Soy licenciada en química y en psicología. Me dedico a enseñar pero me paso la vida aprendiendo. Archives
Mayo 2017
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