No sé si os he contado alguna vez que en ocasiones hay palabras, expresiones que se quedan enredadas en mi mente al modo de esas horquillas en el pelo que nos cuesta quitar. No sé muy bien cuál es la razón para que algunas se queden y otras no pero sí he aprendido a “hacerles caso”, a dejarlas ahí (las palabras, no las horquillas) porque en algún momento tomarán forma. Así me ha pasado con la expresión “Necesidad de relato”. El otro día por la mañana escuché en la radio que las familias de desaparecidos sufrían más que las de personas asesinadas porque carecían de relato, no sabían qué había ocurrido, dónde… Y se quedó prendida en mí… la necesidad de relato. Ese mismo día pero por la noche leo que la cocina española no tiene historia o al menos no tanta como la cocina francesa, que le falta relato. Y fue ahí cuando me dije que no podía dejar de ignorar las señales, que tenía que pensar en ello, que lo podía dejar macerar un tiempo si quería pero debía hacer mi propia elaboración de esa idea. Y como cada uno utiliza los ingredientes que tiene a mano, yo pensé en mis alumnos, en mis pacientes, en mi hijo… Y en su necesidad de relato, en su necesidad de tener una historia, en su derecho a escribirla y en su deber de contársela para seguir creándola. “Los recuerdos son una interpretación, no un registro” dice el protagonista de Memento. Si esto es así y los que tenemos más edad (y digo más, no demasiada) y por lo tanto más recuerdos sabemos que lo es, ¿cómo aprendemos a hacerlo? Educar tiene una parte de aprender a vivir y por lo tanto también la tiene de aprender a recordar, aprender a traer de nuevo al corazón aquello que vivimos y al hacerlo darle una forma, nuestra forma. Y si no me equivoco aprender a escribir un relato es algo que sí que se enseña, pero aprender a escribir el propio relato no me consta que se haga o quizás se deja en eso que llamamos contenidos transversales, que son más “verso libre” que travesaño. Y son tan necesarios estos mimbres, este andamiaje que hacemos con lo que nos pasa, que cuando no se tienen y vienen “mal dadas”, cosa que siempre ocurre más pronto que tarde, la persona se viene abajo y sobre todo no tiene elementos con los que rehacer su vida, su casa, su manera y su sentido de estar y de ser en el mundo. Es un tema raíz, un tema esencial, tanto que afecta también a las instituciones, a las familias, a los proyectos, ellos también necesitan relato. Si no hay una historia que contar, un ambiente que recrear, unos personajes y unos diálogos en continua evolución, si no hay esto, no hay vida. Una vida que a veces como en este momento de mi relato, por opción o por obligación, necesita un “continuará…”.
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AutoraMe llamo Asun. Soy licenciada en química y en psicología. Me dedico a enseñar pero me paso la vida aprendiendo. Archives
Mayo 2017
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