Vaya por delante que soy un poco escéptica con los gurús en cualquier campoy que no pertenezco a la “cla” de Marina pero sí que estoy aquí para hablar de su libro como si de Umbral se tratara.
Todo empieza con una pregunta que así de entrada no es mal comienzo a pesar de lo ambicioso de la misma ¿Podemos mejorar el sistema educativo español en tan poco tiempo (5 años)? ¿Podemos despertar a este diplodocus y hacerlo ya? No desvelo el asesino si les digo que él lo cree posible si se usan para ello los motores adecuados. En este caso cinco: escuela, familia, ciudad, empresa y Estado. Aún cuando mi intención no sea destripar el libro sí que me gustaría señalar lo que nos podemos encontrar y lo que no. O mejor, lo que yo me he encontrado y lo que no. Me he encontrado en este como en otros libros del autor (el ser escéptica no es incompatible con mi curiosidad) un gran trabajo de documentación. En este caso se ve reflejado en las numerosas iniciativas y proyectos a los que hace referencia: escuelas que ya han emprendido el cambio, asociaciones de padres no sólo implicados en su escuela sino con su mejora, empresas que sirven como modelo en lo que a gestión del talento se refiere y estados que también aprenden. Como si de un texto virtual se tratara, su lectura tiene “hipervínculos” a otras lecturas. Para mí ese es el gran valor del libro, que abre ventanas, que te invita a seguir leyendo, descubriendo otros modos, ampliando miras, saliendo de tu aula, de tu colegio o incluso de tu país. En cuanto a lo que no me he encontrado: no me he encontrado la “receta”. He de confesar también que ni siquiera la buscaba. Pero no creo como afirma la contraportada que este libro marque la hoja de ruta para cambiar la escuela española. Creo que esa afirmación es aún más ambiciosa que la pregunta y que únicamente apunta y no profundiza en algunos temas que son, por seguir con la metáfora, la droga que mantiene en trance al diplodocus: la estructura del sistema, la formación y selección de los docentes, el liderazgo en los equipos directivos… Juzguen ustedes si les merece la pena. Yo desde luego, no creo como comenta el autor en un momento dado que hablar de educación parezca muy tedioso. A mí perdonen pero me apasiona.
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Vaya por delante una confesión. Envidio a @alfredohernando y le envidio por varias razones. Le envidio porque ha viajado por todo el mundo y ha conocido sitios y personas increíbles. Pero le envidio aún más por el motivo que le ha llevado a realizar este viaje: conocer y experimentar las escuelas más innovadoras. Ahora es el momento en que debería justificarme diciendo que es una envidia sana pero tengo mis dudas sobre ese concepto. Lo que sí que me gustaría es decir que “de mayor” quiero ser como Alfredo Hernando… sino fuera porque ya soy mayor.
En cualquier caso, le agradezco que no sólo haya disfrutado del viaje sino que haya puesto sus palabras a disposición de todos aquellos que quieran compartirlo con él. Merece la pena hacerlo. No sólo por sus textos sino por el diseño y las ilustraciones que Jojo Cruz ha realizado y que, como las buenas ilustraciones, no se limitan a apoyar el texto sino que cuentan su propia historia. Si alguno piensa que voy a hacer “spoiler” del libro, que se quede tranquilo. Sólo quiero compartir algunas impresiones y descubrimientos que he hecho en el mismo. Si eso les lleva a leerlo ya estará bien. Y si además les lleva a pensar en su escuela, estará muy bien y ya si les lleva a emprender alguna acción, será como lo del “grano de mostaza”. En realidad cada escuela de la que habla es como ese grano de mostaza, pequeño en su tamaño pero grande en su fruto. Desde esa escuela-barco de Bangladesh que ha convertido el problema de las inundaciones en una oportunidad para educar desde el barco y atender a más de 88.000 alumnos hasta esas “Tapaderas educativas” que con la excusa de vender suministros para superhéroes tutorizan a niños y les dan apoyo escolar pasando por esas escuelas de la India que no parecen escuelas y que nacieron para alfabetizar a aquellos que no contaban en el mapa escolar. Alfredo Hernando llama a estas escuelas “escuelas 21” porque considera que realmente son escuelas del s.XXI y no porque estén en este siglo sino porque no se han quedado ancladas en estructuras del XIX. Él señala los elementos que tienen en común y sin querer matizarle nada, que para eso él ha estado allí y yo no, sí que me gustaría señalar un par de elementos que a mí me han resultado especialmente significativos. Uno: mirar a tu alrededor y ver qué se necesita. No tanto qué se lleva o qué nos gusta sino qué necesitan estos alumnos, este entorno en el que está mi escuela. Y dos: convertir tu problema, tu inconveniente en tu ventaja. La de veces que frente a cualquier cambio, hasta el más nimio y menos radical decimos “sí, pero…” y en ese pero colocamos al inspector, el dinero, el tiempo… mil excusas. En el origen de todas estas escuelas está siempre alguien que ha visto más allá del problema, que le ha dado la vuelta, que no se ha quedado en el "pero..." y ha buscado su ventaja. Sólo hay una cosa que no me acaba de convencer de este increíble proyecto pero que en absoluto arruina nada. Es más, no tengo claro si no es fruto de esa envidia “sana” de la que hablaba al principio. No me convence el término escuela 21. Me gusta la palabra escuela y aunque creo que ha sido usada, manipulada y quizás desvirtuada no creo que haya que ponerle apellidos, que deberíamos devolverle su verdadero sentido. Se trataría de cambiar el significado que ha ido perdiendo y no su significante. Por otra parte, entiendo la necesidad de diferenciarla y que ponerle un número no es cambiarla mucho. En fin, que “aceptamos barco”. To be continued. Me van a permitir que este primer pasando revista sea literalmente eso, un pasar las páginas de una revista que acaba de cumplir 40 años dedicada a la educación. Yo he pasado por ese "hito" vital (hace no mucho, no se vayan a pensar) y soy consciente del vértigo que supone haber pasado casi medio siglo dedicada a una finalidad, ya sea vivir o educar mejor. Así que aquí va mi revisión del último "Cuadernos de Pedagogía" y con él mi felicitación por esos 40 años.
Me he encontrado con un poco de todo y un mucho de TDAH (tema del mes). He descubierto el concepto de escuela intrusiva (intrusa en la escuela actual e inclusiva) que abanderan con sus VERSICOS un par de profes del CEIP Maestro Don Pedro Orós de Movera (Zaragoza). Versicos va de poesía y va de rock. La idea "motor" es que alumnos (de Primaria) creen textos poéticos a partir de letras de canciones de diferentes grupos de rock. Pero han conseguido eso y más: han convivido con esos grupos, han creado uno y han llegado a editar dos libros recopilatorios. Versicos ha implicado a alumnos y profes pero también a personas ajenas al centro. Desde luego, han logrado su objetivo "intrusivo". Como también han conseguido su objetivo la Escuela Mas Masó de Salt (Gerona) al hacer del patio un espacio educativo. Ese lugar y ese tiempo que en ocasiones tiene más que ver con una "selva" y en la cual nuestra intervención educativa se limita muchas veces a "vigilar". Para ello, y aunque lo han vinculado al área de Educación Física, han implicado a toda la comunidad educativa: alumnos y maestros. Envidia me da leer las valoraciones que hacen de ello tantos unos como otros. Envidia que siento también al leer que una profe de Bachillerato del colegio Martí Sorolla de Valencia intenta superar el concepto "lectura obligatoria". Soy una gran lectora pero si hay algo que me producía alergia en mi época escolar era la palabra obligatoria junto a lectura. Por eso, me gusta leer que en este proyecto se les deja elegir el libro y no se les invita a responder a unas preguntas (tarea "motivante donde las haya) sino a realizar un booktrailer que luego se colgará en la red. Y si de aprendizaje centrado en los intereses del alumno hablamos, no hay mejor testimonio que el de María Urmeneta, una maestra sin aula ya que su escuela es todo un hospital (Hospital de la Santa Creu y Sant Pau) y sus alumnos van todos en pijama. Hay mucha experiencia de docencia pero también de dolor y de vida en sus palabras. Y entre ellas la queja de un niño ingresado: "Hace semanas que no oigo la voz de mi maestra" y un mensaje de María para que no los olvidemos: "este niño hospitalizado será siempre vuestro alumno". Alumnos diagnosticados los hay en el hospital y fuera. Y si hay un diagnóstico que se nos ha convertido en habitual es las escuelas es el del TDAH. Las posturas al respecto son contradictorias dependiendo del profesional consultado pero no me resisto a compartir una urgencia después de leer el completo análisis que dedica la revista a este "trastorno". La necesidad de no patologizar a los niños y niñas con TDAH. Es lo suficientemente complejo el diagnóstico y multidisciplinar su abordaje como para limitarlo a una enfermedad que se trata con fármacos. Y ya se me acaba la revista, pero no los subrayados. Ahí va el último, palabra de Don Milani: "El maestro, en lo posible, debe ser profeta, escrutar los signos de los tiempos, adivinar en los ojos de los muchachos ls cosas bellas que ellos verán claras mañana y que nosotros solo vemos confusamente" (Milani, 2014, p.41) Pues eso, a escrutar y a seguir leyendo y pasando revista aunque sea confusamente :) |
AutorMe llamo Asun. Soy licenciada en química y en psicología. Me dedico a enseñar pero me paso la vida aprendiendo. Archivos
Abril 2016
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