En mi tierra nieva mucho pero no en mi ciudad y eso me convierte en una nostálgica de la nieve. De la nieve y del mar. Y quizás de mucho más, pero eso ya daría para otro post. Porque éste no va de nostalgia. Éste es un post muy invernal, como las fechas, como el tiempo, como mi sensación algunos días.
Una sensación de bloqueo, de estar parada, de tener mucho pendiente pero no concretarlo, de no estar “produciendo” suficiente, de estar sin “estar”. Una sensación de letargo similar a la que tiene que sentir la tierra en invierno, cuando ya se ha caído todo lo que se podía caer, cuando apenas emerge nada nuevo, cuando el frío es lo único que se siente. Y entonces llega la nieve, que como la verdadera misericordia se comienza a posar de manera leve, sin mucho ruido hasta que lo va cubriendo todo, que en realidad es nada porque nada parece. Y sin darnos cuenta se ha formado un manto, un manto protector de lo que ocurre debajo de él. Porque la vida no se ha ido, porque la vida sigue ahí y sólo necesita un descanso. Sólo necesita dormir un poco para renacer con energía nueva. Y lo hará, sólo habrá que esperar y confiar, confiar en esa nieve y en esa vida. Eso hago y eso haré, esperar la resurrección de la tierra y con ella la mía. Hasta entonces agradeceré a la nieve su protección y me acurrucaré en su frío calor. Aceptaré que no siempre son tiempos de hacer y de producir. Que la vida no se para pero sí tiene sus ritmos y que en este baile, a pesar de mi resistencia habitual a hacerlo, debo “dejarme llevar”. Quizás tú no… o sí.
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AutoraMe llamo Asun. Soy licenciada en química y en psicología. Me dedico a enseñar pero me paso la vida aprendiendo. Archives
Mayo 2017
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