10:00 horas. Mis dedos sobre las teclas del ordenador y mis ojos en su pantalla. Sí, no necesito mirar al teclado, son las ventajas de que a mis padres les parecieran muy largos los veranos y la mecanografía muy útil. Por cierto ¿se sigue estudiando mecanografía?
Digresión aparte, mis ojos fijos en la pantalla decidieron mirar hacia la ventana. Y allí, en la ventana, estaba la imagen que corona estas palabras. Me quedé mirando. Los dedos, las teclas, la pantalla dejaron de existir. Me dediqué sólo a mirar. No fue una decisión muy reflexionada y les aseguro que no tengo una tendencia innata a “perder” el tiempo. Sin embargo, en ese momento me pareció que no había mejor manera de aprovecharlo. La miro ahora y me doy cuenta de que la imagen no es impactante. Sin embargo, en ese momento me atrapó. Me atrapó cómo se mecían las hojas, cómo se reflejaba el sol, cómo transcurría la vida por la planta en ese breve instante. Porque de eso se trataba, de la belleza del instante, de ese momento breve que no vuelve a ocurrir y que sólo por eso merece nuestra atención. Y con nuestra atención, la lentitud del tiempo, como si lográramos poner la realidad a cámara lenta y sentir que estamos viviendo el instante. Los físicos me citarán a Einstein, los psicólogos me hablarán de percepción o de atención plena, incluso los cinéfilos (de cierta edad) recurrirán a American Beauty y a ese video de una bolsa moviéndose… y yo les diré a todos que sí, porque probablemente tendrán razón pero me quedaré con la sensación, con el instante y con su belleza y desearé vivirlo de nuevo.
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AutoraMe llamo Asun. Soy licenciada en química y en psicología. Me dedico a enseñar pero me paso la vida aprendiendo. Archives
Mayo 2017
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